martes, 13 de agosto de 2013



Un día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez…
Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que el niño recogía a las frágiles estrellitas de mar y una a una las arrojaba de nuevo al mar.

Intrigado, le pregunté por qué estaba haciendo eso y me respondió:
–Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Como ves, la marea es baja y si no las arrojo rápido, morirán aquí deshidratadas.

Entiendo, le dije, pero debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca podrías devolverlas a todas. ¡Son demasiadas! Quizás no te hayas dado cuenta de que esto mismo sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa, ¿acaso no estás haciendo algo que no tiene sentido?

EL NIÑO SONRIÓ, SE INCLINÓ, TOMÓ UNA ESTRELLITA DE MAR Y MIENTRAS LA LANZABA DE VUELTA AL MAR ME RESPONDIÓ:
- PARA ÉSTA SÍ TUVO SENTIDO… PARA ÉSTA Y ÉSTA TAMBIÉN.
El hombre sonrió, se inclinó, tomó una estrella de mar, mientras decía y para ésta… y ésta…

Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento eran cientos. Se podía escuchar desde lejos como un coro que decía: Y ésta… y ésta…

CADA ACTO DE AMOR QUE HAGAMOS A NUESTROS SERES QUERIDOS, AMIGOS, COMPAÑEROS DE TRABAJO, CONOCIDOS O NO, ES UNA ESTRELLITA QUE DEVUELVES AL MAR…


No hay comentarios:

Publicar un comentario