Un monje tenía siempre una taza de té a su lado. Por la noche antes de acostarse la colocaba boca abajo y por la mañana le daba la vuelta de nuevo.
Su discípulo llevaba tiempo intrigado con esa misteriosa manía, y por fin un día se animó a preguntarle que significaba ese gesto.
El maestro con calma le explicó:
"Cada noche vacío simbólicamente la taza de mi vida, y con ese gesto recuerdo y acepto mi condición mortal. Este sencillo rito me recuerda que ese día he hecho cuanto debía, y por lo tanto estoy preparado si esa noche la muerte decide visitarme.
Y cada mañana, al abrir los ojos, pongo la taza boca arriba. De nuevo este rito tiene para mi un profundo significado: acojo el regalo de un nuevo día y me comprometo a no desperdiciarlo, sino a vivilro como si fuera el último.
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