miércoles, 15 de enero de 2014




Ser honesto es ser real, es ser genuino, auténtico, objetivo.

La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás y

siembra confianza en uno mismo y en aquellos quienes están

en contacto con la persona honesta.



La persona honesta vive lo que predica y habla lo que piensa,

es coherente con lo que dice, hace y piensa.

La honestidad consiste en decir toda la verdad a quien corresponde,

de modo oportuno y en el lugar correspondiente.

Decir la verdad no implica ser irrespetuoso con nadie.



La persona que miente se hace un daño a sí misma.

Ser honesto es ser transparente; es necesario desprenderse de

las máscaras que el ser humano se pone

para defenderse, para ocultar sus inseguridades o miedos.

El recelo y la agresividad, son algunas de estas máscaras.



Una persona deshonesta aparenta lo que no es,

por ejemplo, aparenta virtudes que no tiene.

Una persona honesta no se preocupa por lo que los demás

piensen de ella, vive en paz.

Una persona honesta no justifica o excusa sus actos,

medita sobre ellos para corregir sus errores.



Hay que tomar la honestidad en serio, estar conscientes de cómo

nos afecta cualquier falta de honestidad por pequeña que sea…

Hay que reconocer que es una condición fundamental para las relaciones humanas,

para la amistad y la auténtica vida comunitaria.


Ser deshonesto es ser falso, injusto, impostado, ficticio.

el encubrimiento: es una disposición a vivir en la oscuridad.

La honestidad, en cambio, impregna la vida de confianza,

sinceridad y apertura, y expresa la disposición de vivir a la luz,

la luz de la verdad.

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