Ángeles Caso - Escritora
Española.-
Inteligente
y valiosa mujer. Me asombra que este sea su pensamiento, siendo tan joven
todavía, porque generalmente se llega a este maravilloso discernimiento cuando
se está en la "avanzada madurez"... casi vejez... como decía Borges, sólo con el
tiempo lo aprendes y por lo general cuando ya se te está
acabando...
Aquí cabe completita la frase...
*
Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco*...
Artículo
publicado en La Vanguardia, escrito por la periodista Ángeles
Caso
Será
porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas
Navidades a enfermedades
gravísimas. O
porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material
pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo
de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi
existencia, he vivido ya las
suficientes horas buenas y horas malas como
para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito
ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada
de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la
sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado
vida.
Casi
nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder,
ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las
coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la
envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y
malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar
en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias,
sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula
minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo,
los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas
fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de
esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo
el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio
bienestar y
se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche.
Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a
los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no
comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y
te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante
tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y
ahora, ahora, en
este momento de mi vida, no quiero casi nada.
Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas
cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El
recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y
un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo
y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y
dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También
quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con
gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero
toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de
lo bueno.
Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que
tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar
jamás de vuelta de nada. Seguir
llorando cada vez que algo lo merezca,
pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer
amargada, pase lo que pase. Y
que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió
la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o
todo.
Quiero hacer
mías sus palabras, ya que mi capacidad lingüística
no me llega para
expresar un pensamiento tan definitivo y rotundo
que refleja, con
humildad, si pero con contundencia, lo que debe ser
nuestro paso por
este desamparado camino llamado existencia.
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