El camino que queremos andar lo elegimos nosotros.
Sin importar el camino que queramos andar, o los actos específicos que queramos ejecutar, siempre podremos andar nuestro camino de dos formas: con Amor o con Miedo.
Hay quien diría, incluso, que existen el camino del Amor y el camino del Miedo en sí mismos.
La Gracia de Dios y el castigo de Dios. Y somos nosotros quienes decidimos bajo cual nos cobijamos, cómo queremos interpretar la Vida y pensar acerca de ella.
Caminando bajo la Gracia tomas tus decisiones con libertad, sabiendo que aprenderás en el camino y que podrás abandonar cuando quieras las acciones negativas. Por acciones negativas, quiero decir, aquellas acciones cuyos resultados te trajeron sufrimiento. Bajo la Gracia, bajo el Amor, tienes Libertad para actuar y Responsabilidad por los resultados de tus acciones, pero no castigo.
Caminando bajo el Castigo, o el Miedo, te conviertes en una marioneta de los demás, y en un esclavo de las mentiras que ocupan tu mente. Bajo el miedo, tienes represión y la creencia de que eres bueno porque sufres mucho; pero no tienes Alegría, Responsabilidad, ni Libertad. Es posible, incluso, que al actuar con miedo cometas más acciones malsanas, porque nunca observarás directamente los resultados sensibles de tus acciones.
Nosotros tenemos siempre la capacidad de Decisión.
Nosotros aceptamos que nos dañen. Por debilidad, por ignorancia, por estupidez, por ser “buena gente”, etc., nosotros hacemos nuestro el dolor de otros. Somos nosotros quienes decidimos abrir nuestro corazón al dolor, al daño. Somos nosotros quienes decidimos también seguir dando alojamiento al daño.
Y siempre podemos decidir dejar de abrir las puertas de nuestro corazón al daño. Podemos elegir dejar de tomar prestado el dolor.
Podemos elegir también, repeler el daño que alguna vez aceptamos. Y sanar nuestras heridas. Y restaurar nuestro equilibrio. Y sanar nuestro amor. Y sanarnos a nosotros mismos.
Habiendo tanto Amor y tanto Gozo a nuestro alrededor, ¿Porque querríamos tomar el miedo y el dolor?
No nos dejemos engañar. El impulso de evitar el dolor y el daño en nuestras vidas es cuestión de tener sentido común, no de tener miedo. Los animales lo saben. La necesidad de mantenernos sanos y a salvo del daño es parte natural de la vida. El miedo, por otro lado, es un veneno que contamina nuestro interior y paraliza o enturbia nuestra capacidad de elegir. El Espíritu lo sabe. El cuerpo lo siente. Son cosas diferentes.
Somos Amor, y somos Libertad. Pero estamos heridos, y algunas de esas heridas se han infectado.
Volver a nuestro estado original (Ser Amor y Libertad, y expresarnos libres y amorosos) requiere que sanemos nuestras heridas y renunciemos al veneno. Ése es un acto digno de verdaderos guerreros espirituales.
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